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Sobre el paraíso y otros lugares cotidianos

Hoy hace 5 años de mi nueva etapa vital.
Francamente, ha sido un proceso claroscuro y, sin embargo, mucho menos terrorífico de lo que imaginaba. Bien es cierto que el desafío continúa, sí, ¿pero quién no se ve desafiado lo quiera o no?
Al fin y al cabo tomar decisiones, experimentar cambios, forma parte del vivir.
Para continuar con esta línea de pensamiento (que me salta de un lado a otro y al final no escribo sobre lo que quería al principio), me reconozco en cambio permanente, en zona de pánico constante o, más suavemente, en aprendizaje continuo fuera de la zona de confort de tantos años practicada.
¿Qué quiero decir con ello?
Veamos, la resistencia al cambio es rotunda, no lo vamos a negar aquí, existe y se nos indigesta, la resistencia y el cambio, pero la savia nos recorre cuando actuamos a pesar del bloqueo, las náuseas y el vértigo.
Los cambios están a nuestra disposición, nada es más seguro que el cambio constante, la gran diferencia aparece cuando los asumimos sin que sea necesario un empujón cósmico (hay algunos muy duros, en mi opinión), de la naturaleza que sea, venga de donde venga. Esto no es ni bueno ni malo, igual nos lleva al mismo sitio, pero con el empujón puede que suframos más.
Vuelvo al título.
¿Por qué me viene la idea de paraíso anudada a los cambios, a lo cotidiano y a mi experiencia en particular? Porque estoy viviendo en él, más allá de los paradigmas imperantes, el paraíso que había trabajado en lo sutil, está ahora en lo denso y aquí me he instalado. Es mi estado interno, ¡oh, gran revelación para mí! Se parece un poco al "paraíso anterior", pero no era mío y ahora sí lo reconozco como mío, puede mejorar y mucho, seguro, pero es tan perfecto para mí que me emociona sólo con mirar atrás y descubrirme hoy hace 5 años casi muerta de miedo, de incertidumbre, pero empeñada en montar el paraíso en el que vivo ahora sin un ápice de duda (bueno, esto es mucho decir, pero las dudas y el miedo no pudieron con las ganas).
Y me doy las gracias por ello y me animo a ponerle el cuerpo, a continuar con esta gran aventura de la vida, de mi vida, para que el paraíso sea cada vez más bonito, más luminoso y más radiante.
¿Habitas tú tu propio paraíso?

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