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Y sin embargo, son margaritas...

Llevo años plantando semillas de margarita en la terraza, pero por alguna razón, nunca prosperaban y no había tenido el privilegio de verlas siquiera germinar. De hecho, no sabía cómo era la planta en sí.
También hace tiempo, dejé de pensar en ellas, convencida de que mi terraza era territorio hostil para muchas plantas, ellas entre otras.
No se dan las condiciones para que florezcan, me decía cada año.
Y eso ciertamente me sabía a sentencia, pero dejé marchar el deseo y aceptar que no siempre las cosas ocurren como uno espera.
Esta primavera empezaron a crecer unas extrañas hojas en uno de los recipientes y mi intuición me decía que no eran hierbas silvestres que trae el viento aleatoriamente cada temporada (las malas hierbas no existen).
Se llenaron de bichos, retrocedieron, se medio secaron, aparentemente no crecían bien, pero ahí estaban, avanzando poco a poco ante la adversidad del entorno extremo y expuesto de la terraza.
Al poco, mi intuición comenzó a susurrar: ¡¡¡Son las margaritas!!!
Pero mi mente intervenía y dudaba, aquella planta feúcha y llena de plagas no podía desarrollar delicadas flores.
El tiempo ha pasado y la incredulidad ha dejado paso a la certeza; he aquí que son margaritas, a pesar de los años que han pasado desde la última vez que las planté.
De nuevo, la naturaleza nos brinda una gran lección y es que de algún modo este año es propicio para que las semillas se desarrollen; no el pasado, quizá no el que viene, pero éste sí.
Hago muchas analogías con las flores, pero es que para mí son auténticas maestras de vida con sus maravillosas lecciones.
Y entonces, me dejo alcanzar por estas reflexiones:
  • Las cosas ocurren cuando llega su momento.
  • Hay que plantar y cuidar, sin apego al resultado, pero con cariño inmenso.
  • La adversidad no es sinónimo de imposibilidad.
  • Debemos dejar actuar a la naturaleza, siempre más sabia que nosotros, sabiendo que formamos parte de ella.
  • Debemos permitirnos recibir cuando sea, las posibilidades están ahí. Si una vez creí posible cultivar margaritas, era porque podía ocurrir y, como en los sueños, lo que creemos, creamos.
  • La mente, con su discurso habitual, puede dudar, pero nuestra intuición, no.
Quizá este simple hecho de ver crecer margaritas este año me traiga muchos más mensajes, para mí éstos son más que suficientes para experimentar una vez más la magia cotidiana.


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