Éxito y fracaso no existen
Seguir pensando en términos de éxito y fracaso, es seguir en el mismo paradigma dual de bueno y malo, blanco y negro.
Ya sabemos que esta limitada forma de considerar la existencia nos obliga a constreñir nuestra perspectiva y nuestras posibilidades de visión ampliada.
Ahora sabemos también que el éxito y el fracaso como tales no existen, son meras ilusiones e interpretaciones parciales de nuestra realidad.
Sí, lo sabemos, pero seguimos dándole vueltas e imaginando escenarios de bueno y malo, cuando la mayoría de las veces, cuando nos acercamos a interrogar el significado de tales eventos, nos damos cuenta de que ni siquiera se trata de nuestras propias definiciones de éxito y fracaso, ..., entonces, ¿de quién son? Pueden ser de cualquiera, menos nuestras.
La experiencia nos ha hecho comprender la ilusión de todo esto, lo que ocurre, es que lo olvidamos con facilidad.
Así que para empezar, un ejercicio simple: actualizar qué entendemos por éxito exactamente y, si nos apetece, poner al día también nuestra comprensión del fracaso.
Hagámoslo, aunque es probable que al hacerlo, nos llevemos una grata sorpresa y descubramos, ¡oh, magia!, que los dos son personajes de unos cuentos que nos contaron hace mucho tiempo.
Ya sabemos que esta limitada forma de considerar la existencia nos obliga a constreñir nuestra perspectiva y nuestras posibilidades de visión ampliada.
Ahora sabemos también que el éxito y el fracaso como tales no existen, son meras ilusiones e interpretaciones parciales de nuestra realidad.
Sí, lo sabemos, pero seguimos dándole vueltas e imaginando escenarios de bueno y malo, cuando la mayoría de las veces, cuando nos acercamos a interrogar el significado de tales eventos, nos damos cuenta de que ni siquiera se trata de nuestras propias definiciones de éxito y fracaso, ..., entonces, ¿de quién son? Pueden ser de cualquiera, menos nuestras.
La experiencia nos ha hecho comprender la ilusión de todo esto, lo que ocurre, es que lo olvidamos con facilidad.
Así que para empezar, un ejercicio simple: actualizar qué entendemos por éxito exactamente y, si nos apetece, poner al día también nuestra comprensión del fracaso.
Hagámoslo, aunque es probable que al hacerlo, nos llevemos una grata sorpresa y descubramos, ¡oh, magia!, que los dos son personajes de unos cuentos que nos contaron hace mucho tiempo.
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