Automaestría y coaching

Hemos convenido como sociedad dejarnos guiar por maestros en todos los aspectos de nuestras vidas.
Si bien es cierto que de niños son necesarios el cuidado y las enseñanzas de los adultos para facilitarnos el aprendizaje durante nuestros primeros años, no es menos cierto que ya de adultos, en múltiples ocasiones, delegamos en otros nuestro propio proceso de evolución.
A veces es correcto y saludable aprender de otros que nos llevan ventaja, pero creer que no somos capaces de progresar y comprometer nuestro crecimiento personal dejándolo en manos de terceros es ya, a estas alturas de la evolución, hipotecar nuestra autonomía e independencia y un catastrófico error, según mi mirada.
Si no sabes a dónde vas, otros decidirán por ti.
Durante los procesos de coaching, acompañamos a la persona a encontrar su propio potencial, a recordar su valía en un reconocimiento incondicional, sabiendo que todo está ya en su ser. Tratamos de que el acompañamiento esté dirigido a sacar a la luz la automaestría del cliente, a la renovación de los votos con uno mismo y a la recuperación de los recursos dormidos.
No es un dirigir por delegación ni un hacer por el otro, adoptamos mediante las técnicas de coaching una función de reflejo de lo que el otro ya es, su propio maestro.
El coaching aplica una metodología específica y efectiva que produce cambios sorprendentes que ya estaban latentes. Que a nadie se le escape que el trabajo es plenamente del cliente, es él quien clarifica, quien avanza, quien consigue y el que logra.
Nada de esto sería posible sin su innato potencial.
El coaching a veces parece magia, pero es el espejo de la magia de la automaestría.

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